sábado, 9 de abril de 2011

Tragedias Artificiales

  
En la peli TOMATES VERDES FRITOS, uno de los personajes pierde un brazo al ser arrollado por un tren. Sus amistades y su familia se reúnen en el etierro de la extremidad y acto seguido organizan una merienda para celebrar que la persona sigue viva (EL TRUCO del entorno DEL MANCO).
Narciso se averguenza de su cuerpo. No le gusta su metro ochenta de estatura, ni sus músculos fibrosos, ni el color dorado de su piel, ni sus ojos almendrados y negros (preferiría tenerlos azules), ni sus guedejas rubias. Ha declinado la invitación a una merienda, de su amiga Violeta, para celebrar que ha cumplido un año más de vida. Prefiere quedarse en su casa viendo la peli MUERTE EN VENECIA.
Marivi tiene trece años y un linfoma. Ha ido cortándose, poco a poco, la melena sedosa y lisa que tenía para ir adaptándose a la situación actual en la que tiene el cráneo desnudo. La madre de su amiga Irene, ha organizado una merienda  para celebrar que Marivi ha terminado las sesiones de quimio y sigue viva... y en proceso de recuperar su BELLEZA ROBADA.
La semana pasada, ELIZABETH insultó a sus compañeros de trabajo porque el Coloso de Rodas ha dejado de existir. Se suspendió la merienda organizada para celebrar que El Arte (también el contemporáneo) ayuda a las personas a sofocar el dolor de estar vivas.
ANA DE LAS TEJAS VERDES forzó demasiado la máquina y por eso descuidó sus ganas de vivir. En NOVIEMBRE, organizó una merienda para celebrar que sigue viva y con LOS mismos PÁJAROS en la cabeza.
En la peli EL LECTOR, la protagonista se averguenza, ante el tribunal que la juzga, de no saber leer y confiesa una mentira para que no se descubra su ignorancia. No se averguenza de haber dejado morir a trescientas mujeres judías dentro de una iglesia en llamas, formaba parte d su trabajo de guardiana en la Alemania nacionalsocialista. Su joven amante, ATANDO CABOS, comprende en el juicio (al que asiste como alumno en prácticas de la carrera de Derecho) que cuando le pedía que le leyera era porque ella misma no sabía hacerlo. Pero él no desvela esta circunstancia en el juicio y por eso la condenan  a una pena prolongada de cárcel. No hay merienda... Pero sí hay reparación: Él le lee ante un magnetófono las novelas que ella escuchó cuando eran amantes y le envía las cintas de audio a la cárcel. Ella aprende a leer sola (con la única ayuda de las cintas) antes de suicidarse. 

jueves, 7 de abril de 2011

Valores en crisis, talentos en letargo.

    

Mi nombre es Juana, tengo cuarenta y ocho años y quinientos euros en el bolsillo. En mil novecientos sesenta y ocho tenía cinco años y, no lo recuerdo pero, me han contado que en aquella prodigiosa década las personas se movilizaban si alguna circunstancia injusta, ilegal, denunciable de verdad golpeaba sus sentidos. Fue en mayo de ese año cuando se difundió una consigna entre los estudiantes universitarios parisinos: “debajo de los adoquines está la playa”. En 1968 aún no existían los teléfonos móviles, pero bastó esa consigna para que al día siguiente decenas de miles de habitantes de París (más de nueve millones de personas según wikipedia) se lanzaran a la calle a arrancar los adoquines del suelo para arrojarlos a la policía represora. Había un motivo que justificaba tamaño acto vandálico… Aún hoy, algún político español presume de haber participado activamente en el mayo francés.

Una década después, muerto el general Franco, presencié como espectadora la movilización de una multitud de personas celebrando, como pocos habitantes del planeta saben hacerlo, la legalización del partido comunista. Quedó en mi retina una imagen: Un hombre conduciendo una mobilette y, de paquete, una mujer que alzaba con sus manos, sobre su cabeza La Hoz y el Martillo al tiempo que gritaba: “¡Viva el partido comunista!”. Hace tiempo que no veo estos símbolos exhibidos con tanto orgullo como aquella mujer los exhibía.

Y una década después de ésta, en los ochenta, asistí al estreno de la película de Pedro Almodóvar:   La ley del Deseo. La proyectaron en el América multicines de la estación de trenes de Málaga y escuché con estupor como  un hombre se levantaba de su butaca y se iba de la sala gritándole a Antonio Banderas: “maricón”.
Ya en los años noventa noté cierta crisis de valores y el adormecimiento de valiosos talentos. Empezaba el adocenamiento con la tele a todas horas, más cadenas de las que podíamos desear(¡cómo echo de menos la UHF!) y el regusto por la difamación y la aplicación más ruin y mezquina de la frase: “Es mejor pedir perdón que permiso”
En la década última comprendida entre la hecatombe digital del año dos mil y el crítico año dos mil diez, he empezado a sentir alarma cuando en mi trabajo como orientadora he dado rienda suelta a mi creatividad y algún director me ha llamado a capítulo por mis rarezas…

 Y ahora, en el inicio del año dos mil once, estoy asustada porque varios de mis compañeros y compañeras de instituto me han diagnosticado desequilibrio emocional que es una eufemística manera de llamarme loca, como hicieron en otras épocas de penumbra histórica con un par de mujeres singulares de homónimo nombre. ¿Tendré yo la suficiente categoría como para ser  encerrada en el castillo medieval de Tordesillas o quemada en la hoguera por orden de la Santa Inquisición